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El citomegalovirus, un riesgo si estas embarazada

 

El citomegalovirus o CMV, por sus siglas en inglés, es un virus común que infecta a personas de todas las edades.

La mayoría de los niños y adultos infectados por el citomegalovirus no presentan síntomas y ni siquiera saben que han sido infectados. Otros pueden tener una forma leve de la enfermedad. Algunos de los síntomas son fiebre, dolor de garganta, fatiga y glándulas inflamadas. Estos síntomas son similares a los de otras enfermedades, por lo que la mayoría de las personas no saben que están infectadas por el citomegalovirus.

Las madres que contraen la infección por citomegalovirus por primera vez cuando están embarazadas, tienen probabilidad de que hasta 1 de cada 3 se la transmita a su bebé en gestación. El bebé afectado por una infección congénita por CMV puede tener importantes problemas de salud. La infección congénita por CMV es una de las más importantes infecciones fetales virales, no solo por su frecuencia, sino por las importantes secuelas que puede producir.Se estima que la infección congénita por CMV afecta al 0,2-2,5% de los recién nacidos vivos. La primoinfección durante el embarazo ocurre en el 1-4% de las gestantes. El 40% de los fetos se afectará, siendo el 10% de estos sintomáticos al nacimiento. De los asintomáticos, el 13% desarrollarán secuelas permanentes, principalmente hipoacusia neurosensorial.

Una de las características comunes que nos encontramos en la inmensa mayoría de los casos que conocemos de niños afectados por citomegalovirus congénito es que tienen un hermano/a dos o tres años mayor que él. El contagio se produce principalmente en la edad preescolar. Las guarderías son el caldo de cultivo idóneo para el contagio y el niño tras infectarse se lo transmite a su madre durante el embarazo. Casi la mitad de los niños escolarizados en guarderías excretan CMV por orina y saliva durante al menos 2 años de vida. Esto explica que el principal factor de riesgo para la embarazada sea el contacto directo con estos niños.

 

Embarazo Para evitar este contagio, las madres embarazadas tienen que seguir estas normas de higiene (normas del CDC):

Lavarse las manos a menudo con agua y jabón, especialmente después de:

Cambiar pañales, alimentar al niño, limpiarle la nariz o la baba, tocar sus juguetes y tocar su saliva o secreciones nasales (mocos).

Si no hay agua, usar un desinfectante para manos a base de alcohol.

No compartir con los niños pequeños alimentos, bebidas ni cubiertos.

No llevarse a la boca el chupete del bebé.

Evitar el contacto con la saliva cuando le dé besos al niño.

Limpiar los juguetes, superficies de las mesas y todo lo que entre en contacto con la orina o la saliva del niño.

 

Así de sencillo. Hay que adquirir estos hábitos e incorporarlos a nuestra «cultura general» de la misma manera que en su día aprendimos que para evitar la toxoplasmosis durante el embarazo hay asegurarse que la carne que se come esté bien hecha, el queso sea pasteurizado y evitar entrar en contacto con las deposiciones de los gatos.

De momento, la promoción de medidas higiénicas y hábitos de vida saludables en gestantes son el único y fundamental método en la prevención de la infección congénita por CMV. Existen vacunas en fase de experimentación pero actualmente ninguna ha demostrado eficacia suficiente.

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