Archive for septiembre 2017

Los accidentes infantiles son evitables

Los “accidentes” infantiles son evitables

Las lesiones no intencionadas son la principal causa de dolor, sufrimiento y discapacidad que, a lo largo de la vida, pueden tener consecuencias graves sobre el desarrollo físico, psíquico y social del niño lesionado. Además, determinan un importante flujo de recursos sanitarios y sociales a corto y largo plazo, que pueden ser prevenidas

La OMS propone sustituir la palabra accidente por la de lesión no intencionada con el fin de ir modificando la concepción de que se trata de un hecho inevitable y sobre el que se puede influir, a diferencia de la palabra accidente que lleva a pensar en un hecho que se debe al azar y sobre el que no es posible actuar.

El Comité de Seguridad y prevención de lesiones no intencionadas en la infancia de la Asociación Española de Pediatría facilita  una guía con una información veraz, fehaciente y segura que sirva para que los más pequeños crezcan en un entorno fiable y saludable gracias a las medidas preventivas que puedan aportar las familias con el apoyo de los expertos.

guiaprevencionlesiones

 

 

Dado que es un documento PDF os podéis descargar todo el documento o bien las páginas que más os interesen. En la página 11 del documento tenéis el índice con los diferentes temas, los principales accidentes por edades, primeros auxilios, como actuar ante un atragantamiento etc.

 

Recordad que la  prevención constituye a día de hoy la medida más eficaz

 

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Estilos educativos y transtornos de conducta

Los trastornos de la conducta del niño y del adolescente son uno de los motivos de consulta pediátricos más frecuentes.

El comportamiento infantil es consecuencia del moldeado educativo de sus educadores, fundamentalmente de sus padres. También influye la propia carga genética del niño y variables biológicas, desde dismadurativas hasta lesivas, que condicionan la respuesta educativa de un niño o adolescente y con ello, su conducta y gestión adaptativa y emocional. Por lo tanto, aunque no todos los trastornos del comportamiento son consecuencia de una mala educación, los padres y los maestros, con su educación, ‘moldean’ las variables innatas del propio niño. Una labor educativa equivocada puede provocar en la mayoría de casos alteraciones del comportamiento. En este sentido, la literatura científica actual nos muestra cuán importantes pueden llegar a ser los estilos educativos de los padres en el desarrollo de posteriores trastornos de la conducta.

Actitudes educativas autoritarias

No existen indicaciones, sino órdenes que se pueden acompañar de amenazas, y en esas actividades la opinión de los hijos cuenta más bien poco; no es extraño que las descalificaciones o insultos sean la norma (inútil, tonto…)

En estos niños se puede observar un impacto a medio y largo plazo, ya que interiorizan una pobre imagen de sí mismos y terminan con trastornos del comportamiento.

Actitudes educativas de tipo controlador

El autoritarismo es algo más sutil.  No tienen en cuenta las opiniones o gustos o preferencias de sus hijos; tratan de imponer a sus hijos la forma de vida que ellos tuvieron. Se muestran excesivamente exigentes con sus hijos, limitando la posibilidad de que ellos vayan descubriendo su propia vida y construyendo su propio mundo. De esta suerte, el efecto en los hijos consiste en un temor permanente a equivocarse, terminan por dudar de su propia valía, los errores les crean un gran sentimiento de culpa, se daña su autoestima. Son también niños que fácilmente presentarán trastornos del comportamiento.

Actitudes educativas frustrantes

No se presta una atención suficiente hacia sus hijos. Incluyen un cierto rechazo hacia el hijo, al que consiguen rebajar e infravalorar. El castigo por cualquier posible o eventual desliz suele ser la norma.

Aparecen comportamientos agresivos, procesos depresivos concomitantes y una grave inadaptación social.

Actitudes educativas inconsecuentes

Estos padres cambian muy frecuentemente de actitud con sus hijos, castigan con frecuencia y, una vez impuesta la sanción, se arrepienten y se desdicen; son padres que tienen importantes y frecuentes desacuerdos entre ellos en relación con los objetivos y los métodos educativos. El resultado es que aparecen como unas figuras que se sienten inseguras y sin criterio educativo claro en relación con sus hijos, con lo que dependen de lo que oyen a otros padres o en cada situación.

Con estas actitudes, los hijos se vuelven emocionalmente inestables, indecisos y temerosos.

Actitudes educativas de inhibición

Son aquellos padres que no dan indicaciones a sus hijos acerca del camino que deben seguir, cada uno organiza su estilo de vida. No suelen utilizar la alabanza, pero tampoco la crítica constructiva y nunca juzgan al niño, son padres con miedo ante los posibles traumas o frustraciones que la falta de libertad pudiera generar en sus hijos.

Fácilmente se generan trastornos del comportamiento.

Actitudes educativas sobreprotectoras

La sobreprotección provoca la ausencia del desarrollo de una adecuada capacidad de frustración, en otras palabras, estos niños ya desde pequeños aprenden que solo existe el ‘sí’, apenas el ‘no’. Los padres lo  hacen con la sana intención de evitar al hijo un perjuicio (‘no sabe hacerlo’) y piensan que ‘con el tiempo…’ ya tendrán oportunidad de hacerlo solos, quizá cuando sea ‘mayor’.

Estos hijos presentan una ausencia de iniciativa personal  una gran inseguridad personal y una muy baja autoestima.

No educar la capacidad de frustración en la infancia es, en la mayoría de los casos, causa de trastornos del comportamiento.

¿Qué tipo de actitudes educativas son las más aconsejables?

Las actitudes educativas asertivas. Son las de aquellos padres que dedican tiempo y prestan atención al comportamiento normal de su hijo, lo que les permite destacar las conductas correctas. Son figuras parentales flexibles ante los pequeños errores o desviaciones que puedan acontecer, por lo que castigan o corrigen los comportamientos más desadaptados y utilizan también el refuerzo positivo de las recompensas como estímulo y motivación. Los niños educados en estos ambientes presentan una elevada autoestima y una notable autonomía personal; tienen iniciativa para comenzar nuevas tareas y confían en sus posibilidades reales.

La ausencia de tiempo genera en algunos padres un menor conocimiento de sus hijos debido a un menor tiempo de convivencia y de observación, lo cual produce muchas dudas y temor a equivocarse, con lo que no se asumen bien los errores educativos y aparece más fácilmente el sentimiento de culpa y, con éste, la sobreprotección.

Otros padres necesitan hijos perfectos, con lo que al menor problema se plantean delegar sus funciones con terceros, con lo que inevitablemente tienden también hacia la sobreprotección.

En la práctica educativa de los padres con sus hijos, una de las dificultades más frecuentes es la desobediencia junto con, en algunos casos, la provocación. Una de las causas más frecuentes de estos comportamientos es la falta de un método adecuado en el manejo del niño o del adolescente por parte de sus padres o educadores.

Ante una educación sobreprotectora y en la que no interviene la educación de la capacidad de frustración surgen niños y adolescentes que no respetan las normas ni la propia autoridad de los padres.

Fuente: Rev Neurol 2015; 61 (4): 167-182

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